La pandemia provocada por el COVID-19 ha sido y sigue siendo el mayordesafío para la salud que hemos conocido en el último siglo. Su dimensión ha obligado a una gran mayoría de países a adoptar medidas excepcionales, y ha provocado tensiones en los sistemas de salud y en los mercados de productos sanitarios a nivel mundial.
Nuestro país, como el resto del mundo, no ha sido ajeno a esta realidad. No obstante, gracias al esfuerzo incansable del conjunto de los profesionales sanitarios, el compromiso de la ciudadanía y la respuesta coordinada de las Administraciones, se ha reducido la incidencia hasta un nivel en el que es posible controlar el SARS-CoV-2. En este sentido, conviene destacar el impacto que ha tenido la reducción de la movilidad durante la vigencia del estado de alarma en la reducción de la incidencia. Su finalización y la entrada en la nueva normalidad no supone, en ningún sentido, que el virus haya desaparecido. Solo significa el paso a una nueva
etapa en la que debemos aprender a convivir con el virus hasta que haya un tratamiento eficaz o una vacuna segura frente al virus.
En el escenario actual de control de la transmisión se debe seguir insistiendo en el cumplimiento de las acciones básicas de higiene y prevención y el resto de medidas incluidas en el Real Decreto-ley 21/2020, de 9 de junio, de medidas urgentes de prevención, contención y coordinación para hacer frente a la crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19, para seguir conteniendo el riesgo de transmisión y garantizar la detección de brotes, así como asegurar la respuesta compartida por parte del conjunto de las autoridades sanitarias.